viernes, 10 de diciembre de 2010

El tiempo y como evitarlo

I
La primera lección del periodismo es que la objetividad pura no existe. Por eso el periodista, guiado por su inefable instinto, debe seleccionar lo más importante y darlo a conocer: transcribir la entera realidad es imposible. La tarea del artista es similar: debe crear todo un universo solo para contar una historia. La tarea de selección del narrador (en una película, un libro, una canción) es la parte más difícil. El mundo que crea cada autor está condenado, desde su concepción, a desaparecer, o, por lo menos, a comprimirse exageradamente.
Sin embargo, sospecho que algunas obras podrían extenderse hasta el infinito. El Proceso, de Kafka, es una de ellas. La historia, desde que K es arrestado hasta su ejecución, podría fragmentarse infinitamente, como la distancia entre Aquiles y la tortuga.
Como Lennon cuando cortaba pedazos de cinta y los pegaba desordenadamente, Kafka acomoda una tras otra pequeñas anécdotas entre el final y el principio de su historia. Y eso es lo único que existe: un principio, donde se detiene a K, y un final, donde K es ejecutado. Estéticamente, parece que Kafka construye las viñetas con el material evanescente de los sueños y las pesadillas, tal vez resultado su escritura críptica.
Tal vez es un recurso del checo: denuncia las delaciones de un sistema jurídico escribiendo una novela en la que justamente el tiempo no importa. K es inmortal, pero el proceso que pende sobre su cabeza lo es también. Tal vez el proceso es la causa de la inmortalidad, tal vez su consecuencia.
De hecho, Kafka murió antes de concluir este libro: otra pista, tal vez definitiva esta, de la inmortalidad (literal) de la novela y, por extensión, del propio Franz Kafka.

II
Del tiempo
Seishin to Toki no Heya, o Habitación de la mente y el tiempo, es una sala de entrenamiento en el universo Dragon Ball. Lo fantástico de esta habitación es que dilata el tiempo. De esta manera, un guerrero podía entrenar todo un año dentro de la sala, pero estaría solo un día en el universo lineal. La única entrada a la habitación es mediante una puerta. Si esta puerta se destruía mientras una persona permanecía dentro, pasaría a otro plano, o a la siguiente dimensión. O se sumergiría en la ausencia de tiempo espacio: la Nada misma.
El espacio dentro de la sala es, como no podía ser de otra manera, ilimitado, infinito. Es interesante como se lo representa: un suelo con baldosas blancas, que se extiende hasta donde alcanza la mirada. Tiempo y espacio casi infinitos.

De la mente
Recordemos que la habitación se llama “de la mente y el tiempo”. La idea del espacio aletargado se relaciona de una manera estrecha (he aquí la mente) con los marcadores cronobiológicos. Más precisamente los ganglios basales y el cuerpo estriado, un circuito de intervalos alojado en el cerebro que se encarga de regular en el tiempo las actividades que realicemos, afectando a nuestra percepción, memoria y pensamiento.
Este circuito determina, por ejemplo, que cuando realizamos actividades agradables el tiempo resulte mucho más rápido que cuando hacemos algo pesado, aburrido. La habitación misma es una inmensa metáfora sobre el tiempo biológico y el tiempo cronológico, sobre las múltiples percepciones que puede tener el ser humano del tiempo.
Lo mismo encontramos en el final del primer libro de la saga Narnia. Los cuatro personajes, adultos tras una vida entera detrás del armario, vuelven al mundo real como los niños que habían entrado: escasos minutos habían pasado desde su partida. Lewis pone el acento en la imaginación, y lo postula como método de evasión del tiempo lineal. La habitación del tiempo, un armario: son variados los símbolos creados como forma de evadir el tiempo, de superarlo: tal vez la única meta del ser humano.