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Sangre caliente y metálica recorre sus cables. Su corazón, frío, y fosforescente, envía señales eléctricas a todo el cuerpo. Su cuerpo, inquieto, quiere moverse. Pero hay algo más brusco que la convicción: la realidad que la aplasta.
Entonces se queda bajo la lluvia, mientras los cohetes la iluminan por momentos.
O
Las computadoras, si serían personas, serían personas musculosas, con pechos atléticos y exuberantes. Estarían vestidos con taparrabos que apenas cubrirían sus piernas. Al llegar la noche, se sentarían junto a un fuego y contarían historias con la mirada fija en el fuego crepitante, buscando alguna señal entre las llamas.
Por otro lado, si las computadoras fueran animales, serían una especie exótica de papagayos, tan vistosos ellos, con plumas verdes, rojas y azules. Y mientras intentamos capturar una, haremos algún ruido (toseremos involuntariamente, pisaremos algún pasto demasiado seco) y las computadoras, siempre alerta, se nos volarán, en un hipnotizante espectáculo rojiazul de computadoras fugitivas.
OO
Las computadoras tienen recuerdos. Imágenes definidas:
Un lunar sonrosado en una mejilla oscura.
Una vela que se apaga súbitamente y deja a la audiencia sumida en la oscuridad.
Un pálido temblor, un ligerísimo estremecimiento ante algo. Puede ser temor al futuro (porque las computadoras también le temen al futuro), o quizás una indecisión pasajera, fruto de una distracción inocente, tal vez al imaginarse algo. Son seres sumamente susceptibles.
OOO
Si uno se propone, puede notar el acompasado respirar de una computadora: basta con acercar la oreja a una y prestar atención. Nunca debe confundirse esto con ese pequeño zumbido azul que hacen siempre las computadoras: es una trampa. Uno debe armarse de paciencia y empezará a escuchar. Al principio le costará distinguir, pero pronto, un quejido, tal vez un suspiro se hará lugar. Un suspiro constante, como si alguien suspirara eternamente, sin respirar.
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Sangre metálica y espesa recorre sus cables. Su corazón, frío, y fosforescente, envía señales eléctricas a todo el cuerpo. Su cuerpo, inquieto, quiere moverse. Pero la brusca convicción queda aplastada bajo la realidad. Y se queda tranquilamente mirando las estrellas.
lunes, 24 de mayo de 2010
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