Me llevo la carne dulce, plateada, a la boca y se deshace cuando intento morderla; se convierte en un charco gris y brillante y abstracto.
Y yo pienso:
Es la rabia azul de los desposeídos, los huérfanos del mundo.
Son los sonidos del fin del mundo.
Es la frontera inexpugnable de un reino extinto, invisible.
lunes, 23 de agosto de 2010
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