Parte 2: De como se concreta el experimento.
Cuando el doctor Lunes terminó de descorrer la última cortina del último cubículo (color verde oliva esta) empezó a describir a cada una de las personas que había dentro de los vestidores.
Mire este, mírelo. Alto, elegante, un hombre que se distingue del resto en cualquier lugar. Un hombre que despierta la pasión de las hembras.
G no dijo nada. Miraba al hombre, era realmente apuesto. Pero el hombre estaba quieto dentro del cubículo. Parecía un maniquí, pero realmente humano. Por otro lado no era un maniquí, pero realmente no se movía. G se preguntó si respiraba.
El doctor Lunes se dirigió al siguiente cubículo.
Este es uno de mis preferidos. ¡Una mente brillante! Imagínese siendo este. Podría ganarse la vida siendo científico, o profesor.
El doctor Lunes vió la expresión de interrogante en el rostro de G y se apresuró a contestar.
Oh! Discúlpeme. No le he explicado lo más importante: como funciona todo esto. Es que uno se va haciendo viejo… En fin. Usted tiene que elegir uno, señor G, el que más le guste. Y yo me encargo de ponerlo en ese cuerpo.
G se estremeció. Quiso huir, pero sus piernas no le respondían. Se quedó parado, viendo como Lunes iba describiendo los demás maniquíes: una mujer (¡No se haga problema con el cambio de sexo, señor G!), uno musculoso, y, finalmente, un hombre pequeño, ordinario (Este está de oferta, señor G, lo tengo hace bastante tiempo).
Eso es todo, señor G, ¿eligió alguno?
G, sin contestar, miró fijo al doctor Lunes. Buscó en el rostro alguna señal, algo que le indicara que estaba haciendo una broma. O que estaba loco, que era un demente fugado de algún hospital público. Pero no. Seguía allí, con una amable sonrisa de anciano sabio, esperando su respuesta. G recorrió los cuerpos: la mujer, el hombre musculoso, el hombre inteligente, el hombre apuesto, y el último. ¿Habría sido una persona como él? ¿Habría tenido sus mismos problemas? Lo sintió su igual. Y ahora, ¿estaría viviendo la vida de otra persona, en otro cuerpo? Se imaginó a si mismo cambiando de vida.
Envalentonado, se acercó al primer hombre, el apuesto. Admiró como el cubículo parecía quedarle chico. Como, aunque no se moviera, parecía querer salir del cubículo.
Quiero ser él.
¡Buena elección, señor G! Verdaderamente es el mejor. ¡Será usted la envidia de sus amigos! Venga aquí, se tiene que sentar. Eso es. Ahora, solo relájese.
G cerró los ojos. Se adormeció. Cuando se desperezó, no pudo saber cuanto tiempo había pasado.
El doctor Lunes se acercó sonriendo. ¿Falló la operación? Preguntó G.
Compruébelo usted mismo, contestó, sin dejar de sonreir. Y señaló un espejo detrás de G.
Se dio vuelta lentamente, y en el espejo, la cara del cuerpo que él había elegido lo miraba sorprendido.
lunes, 7 de junio de 2010
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