viernes, 11 de junio de 2010

ciencia ficción en tres o cuatro entregas

Parte tres: de cómo G finalmente cambió su vida.
A ver, sonreí. Muy bien. Ahora ponete serio.
G, mirando a la cámara, obedecía. Sonrió, se puso serio.
Muy bien. Las cámaras y las luces se apagaron. Estuviste muy bien, cualquier cosa te llamamos. ¿Pero me van a dar el papel? No lo sabemos. Te llamamos en unos días.
Una vez en su casa, G se desesperó. No todo era tan fácil como se imaginaba. Era la tercera prueba ante cámaras que hacía en esa semana y todavía no había conseguido nada. La sospecha de que era él mismo el problema lo atormentaba. La impresión de que estaba predestinado a vivir como un ser gris y anónimo, tuviera el cuerpo que tuviese, se hacía cada día más y más grande en su cabeza.
Ya había abandonado su trabajo de mozo, y decidió ser actor, por consejo del doctor Lunes. G debía dinero por su nuevo cuerpo. Mucho dinero. Sumado al pago de Lunes, tenía que pagar la manutención del cuerpo. Gimnasios, píldoras. G tenía cada vez más gastos y menos ingresos.
En ese momento, alguien tocó a su puerta.
G preguntó quien era. ¿Señor G? Nos envía el doctor Lunes. Debemos cobrarle.
G contestó rápidamente. No tengo dinero. Díganle al doctor que este mes no le podré pagar.
La puerta se vino abajo con un estruendo. Tres hombres entraron en la pequeña habitación de G. Y, sin ninguna palabra, comenzaron a golpearlo. Al principio con cautela, ya que el cuerpo nuevo de G era verdaderamente de temer. Pero al ver que no se defendía, lo empezaron a golpear con saña, disfrutándolo. Lo arrastraron por toda la habitación. Y cuando se cansaron de golpearlo, luego de lo que a G le parecieron interminables horas, se fueron. La cuenta está saldada, dijo uno de los hombres antes de irse. Si se atrasa en el pago del mes que viene, nos volveremos a encontrar. Adiós señor G.
En el piso de la habitación, enroscado, G se largó a llorar. Las lágrimas resbalaban por sus mejillas, ahora desfiguradas por los golpes. Verdaderamente estaba peor que antes.
Aún pequeño y calvo, en su anterior vida nunca habría sido golpeado de esta manera. Casi añoró el maltrato que recibía en el restaurante.
Se levantó. Fue hasta el baño y se miró al espejo. El rostro antes elegante y sereno, estaba completamente desfigurado. El labio inferior le colgaba inerte. Toda la cara le sangraba. No podía abrir uno de los ojos. La nariz partida, doblada hacia un costado.
Ahora debía hacer algo. Con el rostro desfigurado, podía despedirse de sus aspiraciones como actor. Pero al mes siguiente debía pagarle al doctor Lunes. Necesitaba dinero. Se miró nuevamente en el espejo. Su rostro, verdaderamente, inspiraba temor. Una idea le vino a la cabeza. Ya sabía que podía hacer para conseguir dinero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario